sábado, 16 de octubre de 2010

Las zapatillas de Pamela Anderson.

Ya de noche, cuando todo el mundo está en cama, cierras la puerta de la habitación, enciendes la luz de la lámpara de la mesilla-esa que da una luz amarilla y somnolienta-, te pones delante del ordenador  y te enfrentas a esa criatura que nace de tu subconsciente y de la cual esperas, al menos, que te dé alguna satisfacción. Es decir, te enfrentas a tu blog.
Tener un blog es lo más parecido a la  paternidad que puede experimentar un soltero veinteañero, al menos hasta que no engendre a un ser. Si ese veinteañero tiene el handicap de ser invertido, ese blog será lo más similar a tener un hijo que sentirá el resto de su vida. Te felicitan cuando lo creas, lo miran con un poco de recelo en caso de que tenga un poco de éxito y le desean las peores desgracias si este hijo mío, es decir mi blog, llega a gozar algún día de algún tipo de notoriedad y/o popularidad. Tener un blog es, como diría un filósofo amateur, "como la vida misma".

Mi amigo Antonio vino a hacerme una visita a Brooklyn a la tarde noche. Hacía mucho que no venía y como hoy necesitaba urgentemente salir de Ferrol vino a visitarme. Cogimos dos cafés para llevar y los tomamos en el parque. Le conté el inesperado éxito de mi blog, que con tan solo una entrada y dos días de vida, ya había tenido casi cien visitas. Él rompió un poco mi ilusión al confesarme que al menos 15 de esas visitas las había hecho él. Todo mi gozo en un pozo, aunque realmente ha tenido un comienzo formidable. Estuvimos hablando de un chico muy simpático que me presentó ayer que se llama Sergio. Sergio no es de aquí, y al hablar, tiene una mezcla entre el acento de Ferrol y el de Almería. El norte y el sur unidos en una lengua, un prodigio de la naturaleza, vamos. Mientras estábamos charlando Antonio recibió una inesperada llamada que le invitaba a ir al cine. No puedo decir quién lo llamaba porque es un personaje archiconocido de la escena nocturna y podría llevar a equívocas conclusiones. Decidió declinar la oferta y quedarse conmigo disfrutando de la noche otoñal.

Ya en casa, mientras escuchaba un poco de música, me puse rápidamente mis sleepers (zapatillas para los monolingües) nuevas. Mis nuevas zapatillas de andar por casa son como las botas de invierno que usaba Pamela Anderson hace años para ir a la playa. De hecho, cuando te las pones te dan ganas de ser un poco Pamela, es decir, desnudarte, ponerte tetas y fornicar como si no hubiera mañana. Hedonismo en estado puro provocado por unas zapatillas de 10 leuros. ¿alguien da más?

Un amigo de Mari-Sofi nos recomendaba escribir un blog. Una de las razones que nos daba era que servía como una vía de escape. Parece una razón obvia y además bastante útil. Mari-Sofi nos regala en su blog entradas de contenidos profundos y reflexiones dignas de Fernando Arrabal ebrio (el milenarismo va a empezaaar). Pero, ¿cuándo se pasará a la superficialidad y a darnos carnaza, que es lo que la gente quiere y de lo que está realmente hambrienta? Sea lo que sea, lo leeremos fervientemente como hacen los seguidores auténticos. Yo no soy forofo de ningún club de fútbol ni cualquier otro deporte. Tampoco soy seguidor de ningún cantante ni cineasta en especial. Ni Dan Brown ni J.K. Rowling; ni Mamonna ni Lady Caca. Yo soy fan de una de las grandes, yo soy fan de Mari-Sofi.