sábado, 30 de octubre de 2010

El llanto amargo de Moratinos.

Pasado mañana es 1 de noviembre. Puente de noviembre para los guays, Samaín para los tradicionalistas, Día de Difuntos para los españolistas y Halloween para los retrasados mentales. Yo me quedo con el Samaín, que además de ser el más antiguo y guay de todos, es el único que no se le ha impuesto a nadie, sino que es una tradición antiquísima que se ha llevado a cabo ininterrumpidamente en Galicia desde hace más de dos mil años. Dice la tradición celta que en la noche del Samaín los espíritus de nuestros difuntos vuelven, y que para ahuyentarlos tenemos que poner calabazas o nabos vacíos en la puerta de casa. Para cagarse, vamos.

Mi hermana-Mari ya llegó de Holanda. Holanda es ese país nórdico supradesarrollado económicamente, ultraavanzado socialmente y refinado estéticamente; al que España, aun evolucionando diez siglos, jamás lograría parecerse. Aunque ella ya había estado un montón de veces allí nos trajo muchísimos regalos. Chocolates, queso Gouda del de verdad (no como el de Gadis que pone Jouda y se hace en Monfero) y un adorno precioso de Navidad hecho a base de cascabeles. Todo maravilloso; buenísimo, riquísimo y carísimo. Todo el mundo debería tener una hermana-Mari. Los hijos únicos - que sé que son muchos los que me leen ;) - sois muy mimados, egocéntricos, tenéis gran abundancia material y muchas herencias; pero jamás habéis sentido ni sentiréis lo que es tener una hermana-Mari.

Esta semana hubo una polémica maravillosa en twiter (esa red social que nadie usa en España). Pérez-Reverte dijo que el ex ministro Moratinos era "un perfecto mierda" por lloriquear en su acto de despedida. Lo que él quería decir, y que yo lo explicaré perfectamente, es que el hecho de que un político llore, no sólo es estéticamente asqueroso, sino que además es un acto de soberbia; ya que muestra la pena que le da dejar un cargo público en el cual se ha pegado los últimos siete años una vida a todo trapo, con sueldos y dietas millonarias, viajes en first class, hoteles cinco estrellas y toda clase de lujos y horteras privilegios. Estuve pensando en enviarle a Pérez-Reverte los vídeos de Feijoo llorando (hay por lo menos tres en un año), y que así comentara algo sobre la "chorimiqueira" de Galicia. Como dijo Reverte, una vez que describió a los diputados del Congreso, Feijoó debe de ser uno de esos políticos que cada mañana, delante del espejo, se pellizcan para comprobar que su vida es real, que no están soñando, y que pueden seguir disfrutando de esa vida de estrella de Hollywood que llevan. Los políticos actuales merecen nuestro más profundo desprecio (eso no quiere decir que no tengamos que ir a votar), especialmente si es un político de un país sureño, corrupto y tercermundista como España, Italia, Grecia y demás mierda.

Yo a Pérez-Reverte ya lo tenía en un altar, pero ahora, después de esto, lo he ascendido al rango de divinidad. Sólo leí una de sus novelas. Realmente todo ese rollo de novela histórica de la época dorada del imperio español no la soporto. Pero lo que sí he leído religiosamente, desde que tenía 15 años, es su columna dominical en el XLSemanal. Antes molaba más porque cuando pasabas la página leías la columna de Javier Marías, pero ahora al pasar la hoja te encuentras con Juan Manuel de Prada, ese escritor que cuando ganó el Premio Planeta engordó 30 quilos para intentar parecer un literato serio y respetado. Atroz.

Yo con Reverte aprendí un montón de cosas, algunas de ellas muy prácticas a lo largo de mi vida. Aprendí a apreciar el clasicismo y tradicionalismo en todas las facetas de la vida, pero además aprendí a insultar, cosa que es más difícil y útil de lo que la gente a priori pueda pensar. Gracias a Reverte ya no insulto como una verdulera, yo ahora ofendo como un académico.


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